Yo quisiera invitar a un coñac a Ángel González
y sacar a pasear con él sus versos más allá de mis caderas.
Orquestar canciones de aniversario junto a Gil de Biedma
en todos las personas y tiempos del verbo.
Llorar insomnios de alegría con Girondo
lamentando el aterrizaje de los corazones que no vuelan
y sólo saben hacernos perder el tiempo.
Quiero reunir todas las flores del mundo,
un poco porque aquí, un poco por botánica
y ofrecerle un ramo a Julio que le sirva de escalera
hasta el cielo de esa rayuela que con palabras dibuja.
Quisiera robarle a Neruda la gorra en un despiste
y besarle la frente con suma dulzura,
mientras a lo lejos, tiritan astros que confirman
que el amor en la poesía tan sólo existe
porque él escribió su significado sobre la piel de Matilde.
Prestarle mis alas a Pizarnik, bichito,
para que la soledad en las estrellas ya nunca le duela.
Me gustaría contarle a Luis García Montero
que siempre viajo en primera clase a borde de sus versos.
Fumarme cinco paquetes de tabaco junto a Roger Wolfe
en la barra de un bar vacío y mugriento
mientras decidimos si la vida es realmente una mierda
o merece la pena extirparle la felicidad al tedio.
Yo si que quiero besarte la noble calavera,
querido Miguel Hernández,
y resucitarte a golpe de honor y de justicia
para que sobre la maldita historia reescribas
los sonetos que nunca debieron llevarse contigo.
Victoria Mera.